sábado, 26 de octubre de 2013

La canción más bonita del mundo

"Quédate conmigo, hasta que salga el sol". Pero el sol salió difuminando las sombras solitarias en el horizonte de la ventana. Y no hubo abrazos, ni besos, ni palabras de amor. Eco sordo. 

No hubo un "te quiero" en el balcón, que se quedó marchito, colgado de la fachada solitaria. No crecieron las tazas de café en el fregadero, sin peces de colores al amanecer, no desaparecieron las galletas de chocolate del bol, ni echamos juntos el azúcar en el zumo de naranja. 

Salí a pasear, bajo la noche estrellada. Y me olvidé de volver. Me cautivó el cielo oscuro, las luces efímeras, las perlas del mar y la canción desesperada. Creé la música con la guitarra oxidada y empaticé con la hierba recién cortada. Helado de limón con tequila y sal. Soledad erecta, llanto electo. 

Demasiadas palabras vacías con voz convincente. Te daré el sueño, cuando lo sueñe. Te daré el aliento, cuando respire. Te daré la vida, cuando la viva. Te daré mi corazón, cuando lo encuentre. Seré tuya, cuando sea mía. Y volveré, cuando sea yo.

Mi alma perdida, escondida en ninguna parte. Soy sorda de un pie. Huesos blandos al amanecer. Caricias envenenadas. Besos inertes. Sombras pintadas en la pared. Una cortina solitaria. Yo. 

Gotas de lluvia en la ventana, ilusiones efímeras, días al alba, sonrisas amargas, miradas mudas, redención apocalíptica. Huele a tierra mojada. Sin ti no soy nada. Te necesito. 

Distancias fortuitas. Druidas. Pócimas activistas. Silencio acompañado por los ojos del abismo. Tú y yo. Al compás desesperante: la canción más bonita del mundo.

 Como aquella vez. 

domingo, 20 de octubre de 2013

November rain

He llorado todos los mares. Me he fundido con el agua de los charcos de ese atardecer, en el que descubrí a mi sombra como única compañera de viaje. Un billete de ida a ninguna parte. Nada en la maleta, un comienzo sin equipaje. 


Ya no existen los despertares con sonrisa, las noches de vida, ni los días soñando. Se esfumaron en la brisa del llanto. Y me quedé petrificada, contemplando la nada del horizonte lejano, anclada en un puerto sin barcos, sin mareas y sin vientos. Sin sal. Sombra y nada. Excursión a ninguna parte. Una pecera vacía. Un reloj parado. 



He sangrado las arterias de la vida, oxigenado el aliento cansado. He nacido cien veces y me he enamorado. He vivido sueños inolvidables quebrados. He sentido, he ardido, he palpitado, he luchado, he reído, he amado. He agonizado cien veces y he muerto alguna de ellas. Veo tus cartas y subo 15. Mi corazón apostado, el esperpento de Goya.



Me devuelve la mirada el espejo apagado. Ya no hay luz en las palabras, eco solitario al alba. Y vuelvo a morir una vez más. Muñeca de trapo. 



Soledad en compañía. Espuma de cerveza. Ver salir el sol al volver a casa. Te dí todo lo que tenía: nada. Carmín en los labios, camisa de seda, tacones lejanos, una mirada apagada y frío en los pasos. Y se cerró el telón. Aplausos. 



Ya no recuerdo el color de tus ojos. No hay tacto en la piel. Un alma herida, deshecha, brutalmente dormida, marchita. 



No hay colores en el limbo. Ni sueños prohibidos. Metástasis del silencio. Extremaunción de los sentimientos y un beso robado. Las cuerdas rotas de una vieja guitarra. "Una vela en medio de la tarta que se quiere consumir", sin ser capaz de pedir un deseo.



Llueve. Se acerca noviembre.