martes, 17 de diciembre de 2013

Sueños de arena y sal

Erase un hada alada con alas de papel. Suspiro que dibuja esperanza en la almohada. Pálpito cruel del despertar y un te echo de menos en la mirada. Tormenta en el reloj. "Quiero más". Encuentros fugaces que sobreviven al alba.

- No hay vacío aunque no estés: tu recuerdo inunda la Nada. 

Palabras que no dijo difuminan el ayer, que se tiñe de esperanza dorada, pintando los sueños desvanecidos al compás de cada relámpago estallado bajo sus pies. 

- Me haces sentir mujer, dulce sol. Yo sólo soy un hada herida, viento inconquistable, alma indomable, furia inaudita, caramelo de azúcar, algodón naranja. Amanecer solitario que te espera, que te busca entre las sábanas anidadas, y que vuela. Que te siente, que te quiere, que dibuja letras de miel en tu espalda. Que te piensa, que te reza. Soy tuya. Solo tuya. Incomprensiblemente. Sin querer nada más, sin esperar nada a cambio, sin motivos ni porqués, salvo tu mirada. Como papel que lleva el viento, como espuma de mar. 

Al calor de sus rayos, sus alas cobraron vida. Se hicieron fuertes en la silueta que dibujaba su sombra maltrecha en la pared. Como un perchero de escarcha. 

El sol la miró despistado, con la fuerza de un león, con los ojos del deseo, cómplice mirada del abismo. Juego de azar donde los dos ganaron la partida. Y se hizo la magia que les dio la vida. 

-Tú y yo: presente. Y, la realidad que espere. 

Sueños de arena y sal. Una sonrisa compartida. 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Sin beso, con verso

He aprendido a aprender el significado de las miradas. Hay miradas que matan, hay miradas que hieren, y hay miradas que pasan sin ser vistas. Asesinatos in fraganti, armas de destrucción masiva. Espejos del alma. Refractantes, en ocasiones, si el corazón lo permite.

Un dominó sensorial que se esconde bajo las pestañas. Blanco o negro, cara o cruz, pálpitos descontrolados: hundirse la tierra bajo tus pasos, o no... El poder de una mirada. 

- Me quedaré dormida en un cajón, esperando a que salga el sol, mientras ansíe tu mirada. 

Ojos ciegos. Sin respuesta, sin pregunta, sin tu voz ronca desnuda. Loca por verme reflejada en el brillo de tus ojos. Que se van, que se quedan, que responden, que preguntan, que se duermen, en mi almohada vacía. Que despiertan, junto a mí cada día. Que se pierden... Que se sienten, que me matan, que te hieren, que me buscan, que no se encuentran. 

Un sin par, sin por, sin son. Aburrimos al destino. Sin ti, pero contigo. Ni contigo, ni sin ti. Y se hizo el amor. Y la canción desesperada. Por el poder de una mirada. 

Temblor apocalíptico, masonería embriagadora, truco o trato, un sin fin, un principio, la historia no contada, la voz del silencio. Palabras rasgadas en los ojos rojos. La historia interminable.

Lágrimas. Y se hizo la magia del desaliento, una partida en tablas, un suspiro, el espejo roto de la habitación, el oráculo prohibido. Terror, rendición, ira, pasión, amor tormentoso. Una jaula sin barrotes. Adicción genocida. Un te quiero furtivo. Un te echo de menos en el jarrón, despedida sin adiós. Y la boca sabe amarga. Sin beso, con verso. 

- Tengo miedo- exclamó mi mirada. 

Y la tuya respondió. 

domingo, 17 de noviembre de 2013

En el nombre de la rosa

Y se quedó callada, entre las espinas del viento y las cenizas del aliento, ya apagado. Sonrió, mirando al infinito, como si el silencio de las palabras, que no dijo, saliera volando. 

Por primera vez en su vida, no tenía miedo. Se sentía roca: piedra inerte, lava solidificada, fondo del mar. Diamante de asfalto.

Miradas enrojecidas por el rimmel de ayer, que devuelve el espejo. Éxtasis del llanto prohibido, elixir del recuerdo que se fue, ausencias compartidas junto al vaso vacío, un interrogante pintado con carmín. Y el silencio. 

Amores de tequila y sal. A palo seco. 

El calor de un abrazo, un corazón en su espalda, besos que saben a despedida, caricias que hieren el alma herida, y un te quiero cosido al café. Sin tiempo. Sin prisa. Sin un mañana. Amor en participio. Sin esperanza. 

Se durmió durante unos minutos, que fueron horas, que fueron días, que fueron noches de luna llena. Sin querer soñar, y sin querer dejar de hacerlo. Presente. Susurros mudos. Llanto frío en la ventana, que amanece junto a la estufa. Rosas de espuma de cerveza. 

Sin rima, sin métrica, sin reglas, sin versos, sin pluma... Sin alegorías apasionadas con el corazón por bandera. 

Solo tú y yo. Un poema dibujado al azar. Como la vida. 

sábado, 26 de octubre de 2013

La canción más bonita del mundo

"Quédate conmigo, hasta que salga el sol". Pero el sol salió difuminando las sombras solitarias en el horizonte de la ventana. Y no hubo abrazos, ni besos, ni palabras de amor. Eco sordo. 

No hubo un "te quiero" en el balcón, que se quedó marchito, colgado de la fachada solitaria. No crecieron las tazas de café en el fregadero, sin peces de colores al amanecer, no desaparecieron las galletas de chocolate del bol, ni echamos juntos el azúcar en el zumo de naranja. 

Salí a pasear, bajo la noche estrellada. Y me olvidé de volver. Me cautivó el cielo oscuro, las luces efímeras, las perlas del mar y la canción desesperada. Creé la música con la guitarra oxidada y empaticé con la hierba recién cortada. Helado de limón con tequila y sal. Soledad erecta, llanto electo. 

Demasiadas palabras vacías con voz convincente. Te daré el sueño, cuando lo sueñe. Te daré el aliento, cuando respire. Te daré la vida, cuando la viva. Te daré mi corazón, cuando lo encuentre. Seré tuya, cuando sea mía. Y volveré, cuando sea yo.

Mi alma perdida, escondida en ninguna parte. Soy sorda de un pie. Huesos blandos al amanecer. Caricias envenenadas. Besos inertes. Sombras pintadas en la pared. Una cortina solitaria. Yo. 

Gotas de lluvia en la ventana, ilusiones efímeras, días al alba, sonrisas amargas, miradas mudas, redención apocalíptica. Huele a tierra mojada. Sin ti no soy nada. Te necesito. 

Distancias fortuitas. Druidas. Pócimas activistas. Silencio acompañado por los ojos del abismo. Tú y yo. Al compás desesperante: la canción más bonita del mundo.

 Como aquella vez. 

domingo, 20 de octubre de 2013

November rain

He llorado todos los mares. Me he fundido con el agua de los charcos de ese atardecer, en el que descubrí a mi sombra como única compañera de viaje. Un billete de ida a ninguna parte. Nada en la maleta, un comienzo sin equipaje. 


Ya no existen los despertares con sonrisa, las noches de vida, ni los días soñando. Se esfumaron en la brisa del llanto. Y me quedé petrificada, contemplando la nada del horizonte lejano, anclada en un puerto sin barcos, sin mareas y sin vientos. Sin sal. Sombra y nada. Excursión a ninguna parte. Una pecera vacía. Un reloj parado. 



He sangrado las arterias de la vida, oxigenado el aliento cansado. He nacido cien veces y me he enamorado. He vivido sueños inolvidables quebrados. He sentido, he ardido, he palpitado, he luchado, he reído, he amado. He agonizado cien veces y he muerto alguna de ellas. Veo tus cartas y subo 15. Mi corazón apostado, el esperpento de Goya.



Me devuelve la mirada el espejo apagado. Ya no hay luz en las palabras, eco solitario al alba. Y vuelvo a morir una vez más. Muñeca de trapo. 



Soledad en compañía. Espuma de cerveza. Ver salir el sol al volver a casa. Te dí todo lo que tenía: nada. Carmín en los labios, camisa de seda, tacones lejanos, una mirada apagada y frío en los pasos. Y se cerró el telón. Aplausos. 



Ya no recuerdo el color de tus ojos. No hay tacto en la piel. Un alma herida, deshecha, brutalmente dormida, marchita. 



No hay colores en el limbo. Ni sueños prohibidos. Metástasis del silencio. Extremaunción de los sentimientos y un beso robado. Las cuerdas rotas de una vieja guitarra. "Una vela en medio de la tarta que se quiere consumir", sin ser capaz de pedir un deseo.



Llueve. Se acerca noviembre. 


sábado, 28 de septiembre de 2013

Cruce de caminos

La carretera se perdía veloz en el cristal del retrovisor. El viento azotaba el cascabel, que colgaba del enganche superior. Olía a tierra mojada, mezclada con bourbon dorado, como el horizonte de ese atardecer. 

Su melena arrasaba el espacio al son del Welcome to the jungle, que retumbaba en los altavoces oxidados. Las lágrimas brotaban tímidas, tiñendo de negro sus pómulos apagados. No había sonrisa en el espejo, pero tampoco miedo en la mirada. Incertidumbre tediosa, tal vez, alertada por el sonido del motor alejándose. 

Sin rumbo preestablecido, sin metas por alcanzar, sin sorpresas por sorprender, sin melodías por inventar. Solo ella en la carretera, y un sombrero amarillo como compañía.  

El humo de un cigarrillo apagado, el hueco de una sombra que un día fue, el vestido de novia en el maletero, una copa de cava vacía, y un pañuelo manchado de carmín. El silencio. 

Y, de repente, un cruce de caminos. Ahí estaba él. Su mirada, su sonrisa y ese cosquilleo en el estómago. Su voz ronca rompió el latido, su aroma erizó su piel, su determinación le contagió valentía y sus sueños le dieron la vida. 

Detenidos en el stop de la carretera. Ella se puso el sombrero, dejando libre el asiento de al lado. Sonrió y pisó el acelerador. Hasta el fondo. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Alguien voló sobre el nido del cuco

Dicen que todo en la vida tiene un por qué, una explicación, una justificación contundente... No lo creo. Mi vida está compuesta por fragmentos incomprensibles de lapsos fortuitos que no responden a patrones preestablecidos: inverosímiles, caóticos y llenos de irracionalidad. No me quejo: adoro la magia. 

Lágrimas al anochecer, sonrisas al despertar, sueños quebrados, conversaciones con el ego, miradas furtivas en el espejo. Soledad en compañía de una taza de café. 

Y, a veces, te siento. 

Me pierdo en los clichés, huyo de los estereotipos, no creo en el aplomo del bien y el mal, empatizo con los titulares de los telediarios... Me enamoro del cielo cada día: estrellado, nublado, soleado o apocalíptico. Buscando la luna entre tulipanes. Trapecista de ideales furtivos.  

Volcán en erupción, glaciar invernal, mar salado, río bravo, cumbre borrascosa, brisa vespertina, escarcha azul. El humo de un cigarrillo.

Quizá yo sea una de esas "excepciones a la regla establecida", o, simplemente, a alguien se le olvidó darme el manual de la vida. Visceral y compulsiva. Ingeniera del corazón. Musa de la locura. Nada tiene un por qué. Ni, tampoco, un por qué no. Improvisación. Magia. 

- Un Chivas Regal con hielo. Hoy aspiro a tener un día "normal".

Cruzó el cielo una estrella fugaz. Y se posó en el vaso. 

Sigo buscando la luna. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Tempo finito

Somos tiempo. Tiempo que une, que conquista, que arrasa, que vuela, que brota, que pasa... Fugaz y eterno tempo finito.  

Maravilloso e incontrolable, sustento del llanto y de la sonrisa, de la muerte y de la vida. Corcel alado que cabalga desbocado entre las notas prohibidas del Requiem de Mozart. 

Tiempo que se agita cuando te veo, que se esfuma a tu lado, que se paraliza si no estás, o cuando muero en la mirada de tus párpados. 

¿Quién inventó el reloj para medir el tiempo? Inocente humanoide que quiso conquistar lo inconquistable, lo incontrolable, el libre albedrío de los segundos en el minutero... 

El tiempo no se mide, no se cuantifica, no se puede plasmar. No hay un tic, no hay un tac... No hay un ritmo preestablecido. 

No se puede conquistar el tiempo porque cada milésima de segundo de la vida tiene un sabor distinto, indescriptible, maravilloso, único... Cada segundo dura lo que dura, porque cada segundo se siente de una manera diferente. 

No pueden ser las 12:30 de amor, las 14:15 de pasión, las 16:35 de dolor, las 18:50 de soledad, las 22:00 de alegría o las 00:00 de añoranza. No es posible cuantificar el tiempo porque, sin sentimientos, nada tiene sentido, nada es.

Locura humanista que desafía la ciencia y rompe los hitos de la razón. 

Caos sentimental. Galimatías sensorial. Tiempo. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Miradas en Fa sostenido

Hoy me he vuelto a perder en tu mirada, 

en tu sonrisa, 

en tus palabras, 

en la arritmia confusa que me arranca el alma. 

Me he descubierto, de nuevo, sonriendo en silencio, 

vagando en el universo, 

perdida, 

caminando sin rumbo, 

solitaria y feliz, 

sin ti y contigo. 

A solas, en el balcón del mundo poblado, 

mientras el pálpito arranca las entrañas de este día sombrío. 

¡Extraño sentimiento! 

Confusión perpétua, 

desoladora, 

cautiva, 

furtiva, 

vital, 

emotiva, 

sentimentalmente prohibida... 

Malherida. 

He vuelto a soñar. 

¡Maldito sueño! 

Y he vivido, 

mientras el espejo respondía marchito. 

Silencio. Sonrisa. Melodía.

Tulipanes amarillos. 

Alma. 

Miedo. 

Y, de pronto, tus ojos, tu voz, tu tacto, tu sabor... 

Tú. 

Y yo. 

Miradas en Fa sostenido. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Comando trinchera

Huele a pólvora mojada, a almas quebradas, a sombras inertes y a luces de metralla. 

¿Cuántas lunas han pasado desde nuestro primer despertar? Sentimiento no cuantificable, determinable ni medible. 

Eres tú la alegoría de mi sentimiento más sincero... la forma de mis sueños, de la magia, del aliento, del hechizo, del latido, del sonido... Solo tú. 

Pizarra oscura, mi pasado. Polvo de tiza, tus manos. Luz en la noche, estrella en el barro, melodía en el eco de mis pasos cansados. 

Me elevo en tus ojos sobre el campo de batalla, donde combaten a muerte mi mente y mi alma. 

Te busco en las trincheras; entre los misiles perdidos, en las balas cruzadas...

No te veo, no te encuentro... Muero. 

¿Cuántas lunas han pasado desde nuestro primer beso? No hay respuesta, no hay pregunta.  

Mueren, víctimas de la metralla, sentimientos, sensaciones y amaneceres. Y te sigo buscando, pero no te encuentro. 

¿Dónde estás, mi amor? ¿Sólo eres sueño? 

No puedo perderte. No puedo vivir sin ti. Te tengo que encontrar. Te encontraré. 

Y, de pronto, te veo. No combates, no matas, no mueres, no disparas. 

Estás aquí, conmigo, a mi lado. Siempre has estado junto a mí, elevada en tu mirada. No hay campo de batalla. Ya no combaten mente y alma. 

A solas, tus ojos y yo. Construyendo nuestros recuerdos.

Amanece. Sonrío. 

domingo, 25 de agosto de 2013

El amor perjudica gravemente la salud

Escuché esa voz ronca que retumbaba en el silencio de la habitación: "¿de dónde nacen los sentimientos?"- cuestionaba. No sabía qué responder. La pregunta brotaba una y otra vez del eco de esas paredes vacías, pintadas de glamour estático. 

Los sentimientos aparecen de la nada, como salidos de una chistera. Sin un por qué, sin motivos, ni razones razonables. Mis labios no podían articular una contestación convincente a esas palabras repetidas. El silencio, como respuesta a la pregunta sin respuesta. 

De repente, sin saber cómo, sin poder evitarlo, el corazón escapa por la boca cada vez que ves a esa persona. Las piernas parecen no soportar el peso de tu pequeño cuerpo, los ojos dejan de ver, la respiración se vuelve arrítmica, las neuronas de tu cerebro no reaccionan ante los estímulos más vitales, y tus labios no pueden evitar dibujar una sonrisa contínua extrañamente desoladora. En estado permanente de ataque al corazón. Rendición sentimental absoluta. 

A partir de ese momento, el resto de los sentimientos se magnifican. La felicidad se siente de una manera desmesurada, la pasión inunda las noches sin retorno, el tacto eriza al viento, los sabores se desbordan en el paladar, la incertidumbre agudiza su ingenio, el sueño se hace frágil, el olfato sabe a menta, el estómago inapetente empequeñece, el dolor duele más, la soledad se multiplica, el miedo se mimetiza con el terror, los fantasmas escapan de la mente y eres capaz de llorar una noche entera sin motivo. 

Los sentimientos nacen del limbo, ese lugar de tránsito entre el sueño y el sueño. 

"Los sentimientos nacen del amor"- responde la voz. "Y el amor no nace. El amor mata". 

viernes, 16 de agosto de 2013

Porque la vida es sueño y los sueños... ¿sueños son?

Erase un barco a la deriva, un capitán sin barco y un ancla sin tierra en la que querer anclar. Un desacierto acertado que parecía estar ahí por azar. 


Son esas cosas curiosas que suceden mientras el destino juega su partida de mus con Segismundo en el Guernica. Incomprensibles, inauditas y, francamente, difíciles de creer. Tan maravillosamente absurdas que rozan la locura irracional de la vida es sueño. 


Explosión sensitiva. Cuando saben a poco los cinco sentidos, debemos inventar más. Vida: elixir prohibido, caldo de los dioses del Olimpo. Locura adictiva, trasgresora e insolente. Maravillosa. 


Confusión, miedo, esperanza, desaliento, ilusión, ¿sueño? La rosa de los vientos marca nuestro camino. Veleta infame. El sentimiento es un lugar, y sentir, ese estado de tránsito tan perfecto...



Sintaxis del universo. Irracionalidad del ser. No es lo mismo estar dormida, que estar durmiendo. No es lo mismo estar viva, que estar viviendo. No es lo mismo.



Tu, dulce mar: bravo, inquebrantable, ilimitado, libre, profundo, puro, único, auténtico, cautivador, hechizo, mágico, incomprensible, espontaneo, impredecible... Tú, capitán de mi velero.



Yo, soñadora empedernida. Loca, payasa y bufona. Flor de loto. Valiente e irracional. Víscera en estado puro. 



No era inmortal, no era una roca. Tan solo era un disfraz tras el que cobijar mi alma rota. A la deriva.




La vela, en el mástil, perpendicular al viento. Rumbo a la bahía, donde el ancla, al aterrizar, terminará por tambalear la razón de mi sino.



Y el sueño se hizo vida, y la vida, sueño. 

lunes, 5 de agosto de 2013

El opio de la razón tiene nombre de mujer

Ella reposaba desnuda sobre la maraña de sábanas arrugadas que formaban su lecho. Sabía a sal, como las sirenas melódicas del mar muerto. Ensoñaba en estado aletargado de vida plena, buscando la luz del día, que se filtraba por las rendijas de la persiana mal ajustada. Insoportable silencio del despertar cotidiano sin haber dormido. 

La sombra del mediodía pintaba su silueta en el portón rojo. Él empujaba la llave contra la cerradura, tratando de entrar en casa. Necesitaba dormir. Se sentía tan cansado... Olía a tabaco, resaca con sabor a melancolía y soledad incipiente en su paladar. De bruces, desfallecido por el agotamiento. Otra noche vacía con la sonrisa pintada en el rostro, junto a los primeros pelos canos de la barba de tres días. 

Ella miraba al infinito, tratando de visualizar el cielo. Él dormitaba despierto en el infierno. 

Era uno de esos días de calor húmeda, de aliento a mostaza, de sueños quebrados y de olor a tierra mojada. 

Ella empezó a soñarle. No sabía por qué, pero ahí estaba su figura, su sonrisa, su mirada brillante, su voz varonil y sus manos suaves. Él le dibujó en su sonrisa: por primera vez, no era pintada. Estaba sonriendo extrañamente con el corazón. Sin aditivos. Natural, como la vida misma. Se vieron completamente desnudos, con el alma a flor de piel... 

Hubo muchas palabras que ninguno dijo con la boca aquel día. Muchas miradas prohibidas hasta el anochecer. Se besaron entre las estrellas de la noche varias noches después. Sin dejar de soñarse, ni un solo segundo de los días que precedieron a aquel mágico día. 

Él era su por qué. Ella era su por qué no. 

Se empezaron a amar de una manera brutal, ilógica y mágica. Sin sentido y sin razón. Cada uno de los segundos de las horas de los días y de las noches. Amor cautivo, prohibido, secreto, inocente, pasional... En conclusión, queridos amigos: AMOR, con mayúsculas. Una locura, no digo que no. Pero ya era muy tarde para que la mente pudiera hacer de las suyas: había sido aniquilada con la primera conversación sin voz. 

"¿Dónde quieres viajar, mi amor?". "A la rosa de los vientos de tu ombligo. Y al resto del mundo, si estás conmigo". 

Tiempo después de aquél primer momento, se encontraron frente a frente, sin espejo. 

- "¿Tienes fuego?". 
- "He preparado café. Te espero". 

sábado, 27 de julio de 2013

Erre que erre se escribe con hache muda

El corazón está completamente loco. De remate, de atar, de encerrar... Maravillosamente enajenado. Es una demencia diagnosticada e incurable. Nadie lo pone en duda, ni siquiera yo. 


De repente, comienza a latir, de una manera especial, incontrolable, obsesiva y mágica. Con tanta fuerza que el resto del cuerpo se queda sin presión sanguínea, y se eleva sin control sobre espacio y tiempo. Sin ningún por qué, sin motivo. Es entonces cuando la vida cobra sentido. 



Un día te despiertas y te acuerdas de una sonrisa que compartiste inocentemente hace meses, de una conversación intrascendente al atardecer, de una mirada brillante cruzada por casualidad... 



Retrocedes en el tiempo para recordar cada encuentro fortuito. Llegas a visualizar hasta el mínimo detalle de esos momentos: un mechero, una taza de café, risas sinceras, una escalera de madera, un cable, la banqueta de tres patas, unos vaqueros azules, un paso de cebra en invierno, una quedada improvisada a la que no fui, la búsqueda conjunta de un cenicero, sobres de azúcar compartidos, leche caliente, tarta de queso con mermelada, la llave roja, un espectáculo desde el otro lado, una cita no cita a la que acudimos los dos, un saludo al amanecer, la camisa verde, una excusa no demandada, pasos en chanclas, una respuesta brusca en el teléfono, la bicicleta, aparecer por sorpresa, arroz con gambas, una chupa de cuero... El brillo de tus ojos. Y el de los míos contigo. 


Ante estos recuerdos arremolinados que, a partir de este momento se convierten en dogma, no sabes cómo actuar. Tratas de llamar la atención, de una manera infantil y divertida -como en el cortejo de las palomas-. No puedes quitarte a esa persona de la cabeza. Ni un segundo del día. 

No hay nada que puedas hacer. Estás perdido: atrapado en ese amanecer en el que, de pronto, tu universo cambió de eje. La continuidad de la historia se escribirá con hache muda: incertidumbre maravillosa que pintará de color las horas de tus días. Hasta que la erre de CORAZÓN defina el camino. 

Conclusión, queridos amigos: quien os toque el corazón dominará vuestro cuerpo y mente. No sé si es magia, pero sí una irrefutable realidad. 

Posdata: jamás vuestra mente podrá decidir quién roza vuestro corazón. Química no científica. Sin por qués. Sin por qués no. 

domingo, 21 de julio de 2013

Porque la vida solo es eso: vida

Te tuve que inventar, pues no existías. Comienzo irracional de esta embriagadora canción de cuna.


Pinté un lunar sobre tu sonrisa, sonrojadas mejillas sobre tu tez morena, surcos de sombra oscura bajo tu mirada clara y chispas de luz en tus ojos grises.



Moldeé con arcilla tu cuerpo frágil, tan desnudo como alma pura. Pulí con cuidado cada una de tus curvas suaves, al son prohibido de Miguel Ángel.



Cuando parecías estar terminada, pequeña mía, esculpí un corazón en tu pecho, segura de que viviría a salvo, al cobijo de la obra de arte. 



Y te lancé a la luz del día.



El sol comenzó a quemar la arcilla, agrietando las suaves curvas que te definían. La lluvia diluyó tu sonrisa que corrió entre ríos de agua turbia hacia la alcantarilla. Fuiste desapareciendo al compás de mis lágrimas desesperantes. 



Entonces, te vi nacer: sin barro, sin pinturas, sin formas esculpidas. Solo tú, corazón inquebrantable. 



Soy brisa, fortaleza, valentía, emoción, sentimiento, locura transgresora. Sin aditivos. Solo corazón. Solo yo.

domingo, 14 de julio de 2013

El amanecer de los sentidos

Amanece en el callejón. No es de día. No es de noche. Es ese estado fugaz de realidad sublime, de silencio que sabe amargo en la boca, y escuece en los ojos -aún hinchados-. 

Momento mágico que eriza tu piel desnuda, mientras buscas cobijo entre las sábanas frías, maraña suave de dunas proféticas en las que encuentras el despertar de los sentidos. 

No estás dormida, pero aún late algún resquicio de ese último sueño que has vivido, y que se va difuminando a la velocidad de la luz. 

Tu mente comienza a reaccionar con miedo. "¿Qué día es hoy?". "¿Qué hice anoche?". "¿Qué hora es?". 

Poco a poco, tus ojos comienzan a ver, a pesar de que todavía no miran. 

Suspiras. Sientes cómo penetra en tus pulmones esa fresca estela de vida del día que nace. 

Has vuelto a tu cuerpo. Acabas de aterrizar de las estrellas. Cierras los ojos, de nuevo, y tratas de recordar ese último sueño... Pero ya no está. 

Escuchas el canto alegre multicolor de los pájaros sobre los tejados, y el paso de algún coche lejano. No quieres abrir los ojos, ni salir de ese nido de sábanas que has creado momentos antes -que ni el más prestigioso arquitecto hubiera diseñado mejor que tus sentidos-. 

Huele a tierra mojada. 

Sonríes. 

Escuchas el cascabel del gato y su carita te propina pequeños empujones, al son del ronroneo. 

Entonces, sientes cómo la luz del día comienza a traspasar tus párpados. Abres los ojos, que ya miran.

Bostezas, compruebas que tienes el control sobre tu cuerpo. 

"Vale, no hay vuelta atrás: he despertado". 

viernes, 12 de julio de 2013

Ojos sordos

Me juego la vida en cada mirada. Abrir los ojos es apostar a la ruleta rusa. Como si cada segundo disparara una pistola cargada con una sola bala de plata que mata, o que da la vida. Sin salida. Soy una de esas causas que la sociedad proclama como "perdidas". 

Un cruce fortuito puede llegar a enamorarme para siempre, o desencadenar un final, tan brutal, que impida un principio. Paso la vida entre andenes. Sin encontrar el sentido del tren, perdida en la estación, sin rumbo. Errando solitaria, sin equipaje. En estado de espera, en el shock de la luna llena que no amanece. 

Hasta que salga el sol de esta noche eterna. 

Soy capaz de vivir una vida entera con tan solo posar mi mirada en una mirada que brilla. Soy capaz de ver con los ojos, lo que solo sueño de noche, cuando estoy dormida.

Me juego la vida en cada mirada. Y es que me enamoro de la mirada prohibida, mientras vivo entre andenes. Esperando al tren que no llega, o que ya ha pasado y no vuelve.

Respondo con una sonrisa pintada a las hadas del bosque al anochecer, porque es en la noche donde reposa el sentido. "Dame una sonrisa al caminar", me dicen. Pero camino sin sonrisa, quizá porque lo hago sin paso. 

Se esconde el sol. Y te vas. Te busco pero no hay despedida. Solo sé que no estás. Quizá porque no has aparecido aún. Quizá porque no existes. 

No hay tango que bailar en esta noche. No hay sonrisa, ni beso, ni despedida. No hay mirada cautiva. 

domingo, 30 de junio de 2013

Momentos

Dicen que para todo en la vida hay un momento... 

Es posible que así sea. El problema surge cuando ese momento llega y caes en la cuenta de que no estás viviendo lo que realmente quieres vivir... Entonces tu universo temporal se rompe, estalla brutalmente y te deja anclada en una realidad paralela, completamente desconocida. Separación repentina entre el ser y el estar. Muerte de tus ideales, que se quedan huérfanos de corazón y mente. 

Aquí empieza ese atemporal tiempo -que no te tocaba vivir, pero debes sobrevivir-, en el que la brújula de tu vida da vueltas sin pausa, tratando de encontrar el norte, entre lo que todo parece ser un sur inmenso y aterrador. Gira, gira y gira... A una velocidad de vértigo... Y tú, tratas de mantenerte en pié, con una fortaleza que ni las más grandes novelas épicas de la historia han logrado describir jamás. Pero, a veces, sin darte cuenta, te tambaleas levemente... 

En medio de ese giro contínuo, un tambaleo insignificante, puede hacerte caer... Como el aleteo inocente de esa mariposa que desencadena el caos. Estás mareada. Tu estómago vive en estado de alerta permanente, a punto de explotar.  No sabes de dónde sale la fuerza, pero emana de tí: imperiosa y sobrecogedora. Y, te mantienes en pié, con una sonrisa tímidamente enorme pintada en el rostro. 

Girar, reír, llorar, amar, soñar, despertar, pensar, sentir, lamentar, destruir, construir, vivir... Infinitivos infinitos que se producen sin control en medio de esta locura que brota sin querer, mientras tratas de encontrarle un nuevo sentido a la vida. 

- No fume, señorita. El tabaco perjudica seriamente la salud. 

viernes, 28 de junio de 2013

Un brindis por los dos

Sobresalto repentino, aún dormida, sin saber si he despertado o la ensoñación laurea el momento. 

Duda. Miedo. Irracionalidad. Sueño. Caos perverso que me desorienta. 

"¿Estoy dormida?". No lo sé. No lo puedo saber... ¡No tengo ni idea!

"Despertar": sustantivo. "Despierta": verbo. ¿O es al revés? Confusión repentina. Incapacidad presuntuosa y sedienta de descubrir la realidad del momento. De este mísero momento que se aleja... ¿O permanece? Tiempo.

Tensión eternamente efímera, mientras resbala un frío sudor caliente por mi cuerpo que arde, temblando de frío.

El despertador exclama mudo que son las 3:05 am. Restan cientos de minutos para amanecer. Suman horas desde que ha anochecido. 

"¿Qué día es hoy?". "¿Es real este momento?" Quizá sí, es posible que no... Desaliento. 

Camino descalza, hasta el balcón que cuelga férreo de la fachada, mientras se derrumba en el asfalto de la calle. Entre las sombras que pintan claroscuros en la noche vespertina, alumbrada por una farola que parpadea cautiva. 

Observo. Quiero ver vida viviente pasar, pero no pasa...

Y aparezco en el horizonte.

Sonrío, me río con ganas. Mi paso resuena mudo entre las luces tenues, abrazada a mi sombra. Soy tan feliz...

Burbujas de cava arrasan mi garganta que grita: "Un brindis por los dos"- exclama. Al "chín" le falta el "chán", en el eco de la noche pasada... Estoy contenta.

Y suena el despertador... No lo escucho, no lo siento... 

Quizá ya esté despierta.

sábado, 22 de junio de 2013

Vivo en el barrio de la normalidad apocalíptica

Vivo en el barrio de la normalidad apocalíptica. Donde los balcones se tiñen de colores tendidos en cuerdas de metal. Donde el silencio solo suena ronco a la hora de la siesta. Donde el tiempo pasa congelado sin avanzar, porque no tiene prisa. 

Es un barrio obrero, de esos en los que palpitan los sueños remendados con cerveza al atardecer, tratando de ahogar las frustraciones más secretas; esas que callan en la boca, gritan en los ojos, y explotan en la resaca de la mañana que huele a muerte. Paladar espeso al amanecer cada día, pulso perpetuo con la realidad subyacente. 

Parece estar aislado de las tendencias políticas de titular. Alejado de los anglicismos modernistas que inundan prensa, radio y telediarios con entrevistas fantásticas a gurús que desbordan de ideas innovadoras y creativas, jamás escuchadas antes por sus groupies, que aplauden extasiados. 

Es cierto, aquí todo es diferente. Aquí, solo somos obreros normales que pasamos desapercibidos. 

Aquí no hablamos de "economía colaborativa": aquí solo vemos normal prestarle el dinero del billete del autobús a quien no tiene suelto para pagarlo, y llega tarde al trabajo.

Tampoco hablamos de "ecosistema emprendedor". Tan solo tratamos de saciar nuestras necesidades vitales en los comercios del barrio, porque sabemos que, si queremos contar con los servicios que necesitamos, debemos "hacer piña" para apoyar los negocios emergentes que se crean a nuestro alrededor. 

No sabemos qué es la cultura hipster. Tan solo alucinamos con el arte que desprenden los creativos desbordantes de magia que nos sorprenden, cada día, en las calles del barrio. 

Nadie habla de "integración" o "multiculturalidad". Aquí no existen los colores, ideologías o religiones. Solo somos vecinos. Respeto, libertad y sonrisas cruzadas. 

El crowdsourcing se llama lealtad de gremios, el coworking se da en el parque que hay bajo mi balcón y las redes sociales, como en el anuncio de Coca Cola, tienen su punto álgido real en la terraza del bar. 

Solo somos normales. Sin más. 

miércoles, 19 de junio de 2013

La Mona Lisa

Ojos cristalizados sin rumbo preestablecido, semblante interrogante desbordado de respuestas, mueca perdida en el norte de la brújula estanca... Atemporal y perpetua, como congelada en el universo cautivo que deshiela en primavera. 

Parece querer gritar, pero no habla. Inocencia interrumpida, sueños quebrados que remienda con su voz muda. Triste reflejo en la mirada que refrenda con una sonrisa, que no brota. 

Trato de arrancar el semblante gitano de su palidez morena, al son de la guitarra que no suena, que no calla, que no muere, pero que late muerta. 

Sueña despierta. Vive dormida. Como si el tiempo no fuera tiempo, como si el ruido solo fuera eco... Como si el silencio fuera un estado que quiere romper el huevo, para nacer y volar eterno. 

Quiere matar la vida, para vivir viva. Quiere sonreír el alma, pero tiene miedo. Quiere amar, pero anhela el aliento. Le sobran porqués, le faltan por qués.

Y, entonces veo su reflejo... "¡Mierda, Mona Lisa!, ¿otra vez en el espejo?".

viernes, 14 de junio de 2013

Asesinato en 8 mm

Estoy opositando al estereotipo de "persona normal". Amo el final de las películas románticas porque imagino que, después de la odisea brutal y tremendista que han pasado los protas, merecen esa felicidad idílica, que ansían sobre cualquier cosa... Pero, después del lacrimógeno "the end", pienso. "coño, ¿y ahora qué?". 

Y entonces ese amor latente, que siento por esa obra de arte llamada "película", se cuestiona y se quiebra. No lo concibo. Sed de más minutos de film. Me sabe a poco... ¿Un final para una historia? ¿Qué pasa después?

Y entonces, mi imaginación se desborda. "¿Cómo todo acaba tan bien?" O, "¿cómo todo acaba tan mal?". Incomprensión repentina. Incapacidad de asimilación perpetua. Ruptura del conformismo racional. Necesito saber más, y me han dejado a medias. Pfffffffffff ¡Vaya final! 

Y esta situación se repite con cada gran historia. Me saben a poco. Necesito más. Nada acaba. No existe el fin. Solo concibo la transformación. Pero el FIN, no. 

Lo he pensado muchas veces, mientras escucho el eco mudo de las conversaciones sociales alrededor. ¿Final feliz? 

Un final no puede ser feliz. Es una contraposición plausible, inequívoca. No existen los finales felices. No existen los finales. No hablamos de tragar un trozo de excitante chocolate, como sensación que disfrutamos en el paladar, que se transforma y acaba en la taza del váter...

Hablamos de vidas. De vidas que viven, de vidas que sienten, de vidas que se transforman y evolucionan, de vidas vivas. Hablamos de VIDA. ¿Hay algo menos perpetuo?

No es posible. Es un axioma lógico que supera, tanto mi racionalidad, como mi irracionalidad. Nada puede acabar. No existe el punto y final. Solo concibo el punto y a parte. Pero el final... ¡¡No existe!! No puede existir, ¿no os parece? Nada acaba, nada tiene un final. Todo se transforma. Nada muere. Energía en movimiento. Certificación de la CIENCIA. Metástasis de la RELIGIÓN. Coincidencia equivalente. 

No me conformo. No pienso asumir que las maravillas de la vida puedan acabar. No existen los finales felices, porque no existen los finales. Porque nada acaba. Solo cambia de dirección. 

Como la rosa de los vientos que llevo tatuada en mi vientre. Transformación. La muerte no existe. 

Y aquí me encuentro: estudiando infinito para ser normal. Aunque todavía no comprendo qué significa. Supongo que porque, en el fondo, no pretendo serlo... ;) 

Aspiro a ser yo: irracional, tremendista, payasa, impredecible, idealista, caótica, vital, bufona y visceral. Orgullosa de serlo, lo que me lleva a ser narcisista, cabezota e insoportable. Indomable por dentro. 

¡Menudo "regalito" para no creer en el final! Volveré :)

miércoles, 12 de junio de 2013

El espejo

Durante uno de esos atemporales segundos que, a veces, rompen la brecha del tiempo, para permanecer para siempre en la memoria y en el corazón; en uno de esos extraños cruces de caminos sin sentido y de impotencia magnificada, conocí una alma errante errada. 

Pobreza libertina de ideales frustrados. Conformismo incondicional. Fantasma nostálgico de sueños no soñados, que arrastra su cadena, como halo estelar apagado. 

Caminaba cabizbajo en soledad. Ante un cálido saludo, levantaba la cabeza y alzaba sonrisa marchita pintada en el rostro. Como máscara de carnaval en otoño.

Se alejaba de nuevo, seguido por su sombra oscura, que nacía donde acababan sus pies. Como en el río de la vida, vagaba a la deriva. Aprendido por repetición, sin sentimiento ni razón. Costumbre maldita. El camino a la perdición en la farragosa NADA. 

En su relación cotidiana con los demás, tenía tantas razones para vivir que parecía desafiar a la humana mortalidad. Aparente felicidad completa. Racional control, seguridad cotidiana, risa estereotipada permanente. Perfección desbordada. 

Mentira compulsiva...

Sin carencias materiales de ningún tipo, había encontrado esa "zona de confort" en la que, sin saber cómo, dejas de pensar y te limitas a ver pasar los días, que son meses, que son años...

Llegados a esta fase de la vida, los ojos ven, pero no miran. Los oídos oyen, pero no escuchan. La piel se eriza, pero no siente. Dejas de sentirte vivo, sin ser capaz de distinguir el llanto de la risa. Confusión irracional. Muerte súbita de cada segundo, de cada minuto, de cada hora... en el tedioso agonizar de la vida. Mientras te mueres sin haberte sentido vivo. 

Me acerqué a él, atraída por el pesar de su alma, y le ofrecí un espejo. Sus manos, temblorosas, se aferraron a él con fuerza... Sus ojos brillaron... Durante décimas de segundo, gotas de luz arrasaron la nostalgia en cascada a nuestro alrededor... Magia. Ilusión... Vida. Felicidad completa. 

Se vio reflejado en el cristal brillante: lloró, rió, se cuestionó, sonrió, soñó... Consciencia brutal de la realidad viviente. Pasado, presente, futuro... Tiempo. Lealtad. Deuda. El infinito o la nada. Eterna duda. Difícil elección. 

Me sentí tan feliz... Tembló la sombra bajo sus pasos... Parecía querer desaparecer... 

Sin saber cómo, aunque sí por qué, dejó caer el espejo, que se hizo añicos ipso facto, rompiendo, con cada cada trocito, un testigo del asesinato, con premeditación y alevosía, de cada uno de sus sueños. 

Se alejó caminando cabizbajo, sin sentido, sin rumbo, sin pausa, sin vida... Seguido de una sombra oscura que comenzaba detrás de sus pies. Más negra que nunca. Sin alma. 

Brecha térrea tras sus pasos. Terremoto, falla. 

Se perdió en el horizonte de la desdicha. En ese "estado de confort" que mata. 

Jamás le he vuelto a ver. 

sábado, 1 de junio de 2013

Metáfora desnuda

Brutal brecha temporal, no cicatrizada, dominando mi ego. Ruptura melancólica y nostálgica que tiñe de emociones el tiempo. Relativismo conceptual absoluto. Sentimiento abstracto en estado puro. 

Miedo al miedo. Pasión irracional quebrada. Doloroso dolor. Triste tristeza. Absurdas equivalencias, exagerados epítetos que desbordan de adjetivos tremendistas mi solitaria alma moribunda. 

Como cuando pienso en el amor; como cuando niego su existencia, más de tres veces antes de salir el sol de cada día. Insuficiencia emocional no emotiva. Sangrante herida abierta, que duele hasta matar muriendo.

Sentimientos de humo que se ven con los ojos. Razón pasional absurda y ciega. Felicidad inventada. Necesidad imperiosa de inocencia compartida. 

Idílica ensoñación bajo las estrellas apagadas. Noche negra, alba fría. Día sin sol. Sol sin luna. 

Nada. 

La lucha descontrolada por descubrir el rostro humano de la sombra de Peter Pan, al cerrar mis ojos cerrados. Añoranza del sueño construíble. Castillos en ruinas suspendidos en el aire ventoso, que me azota cruel. 

Metáfora desnuda que se desvanece con el tiempo. 

Incapacidad de conciliar el sueño con el sueño. 

Pasado, presente, soledad nostálgica, dolor, caos, amor, felicidad, sueños remendados... Futuro incierto que aterra al miedo.  

Huida desesperada del silencio: eco sonoro. 

Tiempo. 

Desesperación. 

Llegará mañana. Irremediablemente. 

lunes, 27 de mayo de 2013

El atardecer y la muerte de un día

Cae la tarde, otra vez. Parece que hubieran pasado inapreciables milésimas de segundo desde el último desplome del sol en el horizonte de mi balcón... Pero han replicado las campanas unas cuantas veces desde aquél sombrío atardecer. Y, unas cuantas más, desde el anterior... reflejo temporal maldito que late, del mismo modo, desde el que precedió al antecesor... Nada. Todos los atardeceres son esqueléticas y fantasmagóricas sombras de la imperativa NADA con mayúsculas. Vacío. Espeluznantes criaturas muertas que se tiñen de preciosos rojos inertes sin color. Y mañana, unas micro secuelas de segundos después de ahora, volverá a morir el sol en el horizonte de mis sombras.

Contemplo absorta la mezcla de claroscuros que desprende el grotesco agonizar de un día. Va perdiendo la vida poco a poco, sin prisa... Al son del tétrico tic tac del reloj que avanza sin remedio dentro de mis empáticas entrañas, que se desploman con él. Adolece de control, pero desprende una estoica fuerza y belleza infinita que se clava, como puñal profético, en el latir de mi corazón.

El terror magnético del último suspiro de luz me atrapa, mientras veo brotar desesperada el alma del día petrificado e inerte, del exhalo exhausto y fugaz que pasa sin estela de vida junto a mí... Quizá porque ha muerto estando muerto. O, quizá, porque nunca había estado vivo.

Telas de araña que brillan a contra luz en el balcón que, como fuertes cadenas candentes, me arrastra tras ese día que ha muerto. De luto se visten mis ojos, inundando con lágrimas el triste duelo, acompañando a este epíteto, el agonizar del sol quebrado y marchito. Ha caído el sol. Ha muerto otro día.

Cristalizados mis ojos se reflejan en el espejo. Ese espejo que acompaña a cada atardecer sombrío.

- Buenas noches -les digo, mirándoles a los ojos-. Mañana volverá a salir el sol. Nos veremos, de nuevo.

domingo, 19 de mayo de 2013

El ladrón de sueños

Había una vez un tipo bajito con aires de grandeza, que aspiraba a crecer y crecer con cualquier utópico pretexto. Típico triste escenario de actualidad, ya patente en la época hitleriana. Diremos que era zapatero, profesión que deja huella en los itinerantes pasos de los demás.

Era corto de miras, de pobreza ideológica presente, y con un sentido de la justicia bastante subjetiva. Su debilidad era montarse en los zapatos de tacón de cualquier señorita que, confiada, le encomendase la misión de repararlos, habiéndose quebrado su alma por la falta de estabilidad en sus pasos.

El zapatero remendón no había logrado jamás haberse puesto a la altura de los lores de la ciudad, seguramente por sus carencias más profundas y desdeñadas que hacían, de su persona, un ser gris en medio del arcoíris.

Rechazado en el ámbito varonil, urdió un plan de conquista del globo terráqueo: atentaría contra las mujeres, seres sentimentales por excelencia, que - creía -, basan su poderío en el eco que resuena tras su caminar, producido por el potencial de sus pasos sobre el terreno, representado por sus tacones.

Decidió cortar los tacones de todos los zapatos de mujer que pasaran por sus manos. Ataviado con su potente serrucho, cortó y cortó todos los alzadores que llegaron a él.. Fueron muchos... infinitos. Sin remordimientos, sonreía, al caer la tarde, imaginando a las pobres damiselas caminando carentes de sonido, sin eco, sin  dejar rastro de su caminar...

Hasta que un día apareció una mujer por la puerta del taller. Era una chica normal, de treinta y pocos... Su pelo rebosaba fuerza; su rostro, energía y, su mirada, determinación. El zapatero se quedó mirándola perplejo, boquiabierto y extrañado. Sus zapatos no eran de tacón y aún así, caminaba con brío, con estabilidad, con poderío. Su sonrisa era sobria y risueña, no había resquicios de miedo en ella.

Bastó esa mueca inocente, no hubo más cruce de palabras. El zapatero agachó la cabeza y se alejó despacio, con paso mudo y sin dejar rastro en su caminar. Entendió que la fuerza de las mujeres no radica en sus tacones, sino en sus valientes y heroicos corazones. 

Jamás volvió a montar sobre un zapato que no fueran sus remendadas y silenciosas alpargatas, tan silenciosas y vacías como sus pasos y su alma.

viernes, 17 de mayo de 2013

El gurú solitario

Las personas somos complicadas. Esto es una de esas verdades absolutistas y axiomáticas sobre las que no cabe discusión posible. 

Diferentes, sensibles, únicas, sorprendentes, emotivas, viscerales, reflexivas, variables, crecientes... Personas. Qué extraño término, sujeto de todo tipo de adjetivos y predicados, hipérbole del romanticismo, de la pasión, del cambio y de la magia... La sal de la vida. 

Sin personas, todo lo demás, carece de sentido. Qué extraño protagonismo, no valorado por nosotros mismos, en el que nos empeñamos en sufrir el estado de soledad permanente. Rodeados de gente, nos sentimos solos. ¡Qué tristeza arranca la incomprensión! Nuestro ego no nos permite sentir la compañía completa. 

Nadie puede llegar a saciar nuestra alma rebosante de necesidades. Nadie es lo suficientemente perfecto para complementar nuestra brutal y eterna soledad interior. Ese espacio vacío y mudo... Somos gurús de los sentimientos. Nadie es lo demasiado bueno para entendernos, nadie nos complementa... Somos nosotros solos... y nos duele el dolor en primera persona. Qué pobres...

¡¡¡Se acabó!!! 


Todos somos gurús del alma, todos tenemos la verdad absoluta en el terreno de los sentimientos. Pero, ¡por Dios! Dejémonos de lamentaciones catastrofistas y nefastas, ridículas e infantiles, negativas, coléricas y destructivas. Nadie nos puede complementar: ¡por supuesto! Porque somos completos nosotros mismos. Afrontemos la realidad de la vida y dejemos de responsabilizar a los demás de nuestra eterna soledad. 

La soledad es un estado de ánimo. La soledad, categóricamente, no existe. Como no existe la felicidad o la tristeza... O, al menos, no en el sentido más absoluto del término. La soledad la hacemos, la soledad la creamos, la soledad la imaginamos... La soledad, en sí misma, no forma parte de la realidad objetiva del ser humano. 

La soledad la hemos inventado como mecanismo de defensa ante nuestras propias carencias humanas, ante nuestras limitaciones más innatas y pasionales. Es más fácil justificar nuestras necesidades de crecimiento con una alegoría a la triste soledad, que afrontarlas y buscarles una solución que implique una actitud de crecimiento personal y madurez extensa. 

Por ello: ¡reinventemos la soledad! Es sencillo: solo es un espejismo. Veamos más allá de ella, no a lo lejos, sino en la profundidad del alma. Asumir el papel protagonista de nuestra vida sí es ser un gurú del sentimiento. La responsabilidad subyace, de manera exclusiva, en nosotros mismos. 

¿No piensas lo mismo? 

sábado, 11 de mayo de 2013

Las fases de la luna: nueva


Al compás del tic tac del viejo reloj -que retumba ronco, en medio del ensordecedor silencio-, y hasta que el horizonte se tiñe de férreos ocres, y estallan difusas tanto luna como estrellas, sueño de noche. A partir de ese momento, sueño de día.

Incurable reina mártir de las emociones más innatas.

Mis sentimientos desbordan pasión insaciable e incontrolable, adolecen de racionalidad. Puro descontrol y víscera. Enérgica, luchadora, valiente e inconformista. No me da miedo apostar al "todo o nada". Aunque, habitualmente, me toque perder la partida… porque iba "de farol".

Dicen que tengo el carácter de la luna: creciente, llena, menguante y nueva. Yo no lo creo ;). Sería como reconocer el "lunatismo". Y no estamos para inventar palabrejas.

Hechas las presentaciones, ¡¡¡inauguro este pequeño rincón destinado al alma de los soñadores!!!