domingo, 30 de junio de 2013

Momentos

Dicen que para todo en la vida hay un momento... 

Es posible que así sea. El problema surge cuando ese momento llega y caes en la cuenta de que no estás viviendo lo que realmente quieres vivir... Entonces tu universo temporal se rompe, estalla brutalmente y te deja anclada en una realidad paralela, completamente desconocida. Separación repentina entre el ser y el estar. Muerte de tus ideales, que se quedan huérfanos de corazón y mente. 

Aquí empieza ese atemporal tiempo -que no te tocaba vivir, pero debes sobrevivir-, en el que la brújula de tu vida da vueltas sin pausa, tratando de encontrar el norte, entre lo que todo parece ser un sur inmenso y aterrador. Gira, gira y gira... A una velocidad de vértigo... Y tú, tratas de mantenerte en pié, con una fortaleza que ni las más grandes novelas épicas de la historia han logrado describir jamás. Pero, a veces, sin darte cuenta, te tambaleas levemente... 

En medio de ese giro contínuo, un tambaleo insignificante, puede hacerte caer... Como el aleteo inocente de esa mariposa que desencadena el caos. Estás mareada. Tu estómago vive en estado de alerta permanente, a punto de explotar.  No sabes de dónde sale la fuerza, pero emana de tí: imperiosa y sobrecogedora. Y, te mantienes en pié, con una sonrisa tímidamente enorme pintada en el rostro. 

Girar, reír, llorar, amar, soñar, despertar, pensar, sentir, lamentar, destruir, construir, vivir... Infinitivos infinitos que se producen sin control en medio de esta locura que brota sin querer, mientras tratas de encontrarle un nuevo sentido a la vida. 

- No fume, señorita. El tabaco perjudica seriamente la salud. 

viernes, 28 de junio de 2013

Un brindis por los dos

Sobresalto repentino, aún dormida, sin saber si he despertado o la ensoñación laurea el momento. 

Duda. Miedo. Irracionalidad. Sueño. Caos perverso que me desorienta. 

"¿Estoy dormida?". No lo sé. No lo puedo saber... ¡No tengo ni idea!

"Despertar": sustantivo. "Despierta": verbo. ¿O es al revés? Confusión repentina. Incapacidad presuntuosa y sedienta de descubrir la realidad del momento. De este mísero momento que se aleja... ¿O permanece? Tiempo.

Tensión eternamente efímera, mientras resbala un frío sudor caliente por mi cuerpo que arde, temblando de frío.

El despertador exclama mudo que son las 3:05 am. Restan cientos de minutos para amanecer. Suman horas desde que ha anochecido. 

"¿Qué día es hoy?". "¿Es real este momento?" Quizá sí, es posible que no... Desaliento. 

Camino descalza, hasta el balcón que cuelga férreo de la fachada, mientras se derrumba en el asfalto de la calle. Entre las sombras que pintan claroscuros en la noche vespertina, alumbrada por una farola que parpadea cautiva. 

Observo. Quiero ver vida viviente pasar, pero no pasa...

Y aparezco en el horizonte.

Sonrío, me río con ganas. Mi paso resuena mudo entre las luces tenues, abrazada a mi sombra. Soy tan feliz...

Burbujas de cava arrasan mi garganta que grita: "Un brindis por los dos"- exclama. Al "chín" le falta el "chán", en el eco de la noche pasada... Estoy contenta.

Y suena el despertador... No lo escucho, no lo siento... 

Quizá ya esté despierta.

sábado, 22 de junio de 2013

Vivo en el barrio de la normalidad apocalíptica

Vivo en el barrio de la normalidad apocalíptica. Donde los balcones se tiñen de colores tendidos en cuerdas de metal. Donde el silencio solo suena ronco a la hora de la siesta. Donde el tiempo pasa congelado sin avanzar, porque no tiene prisa. 

Es un barrio obrero, de esos en los que palpitan los sueños remendados con cerveza al atardecer, tratando de ahogar las frustraciones más secretas; esas que callan en la boca, gritan en los ojos, y explotan en la resaca de la mañana que huele a muerte. Paladar espeso al amanecer cada día, pulso perpetuo con la realidad subyacente. 

Parece estar aislado de las tendencias políticas de titular. Alejado de los anglicismos modernistas que inundan prensa, radio y telediarios con entrevistas fantásticas a gurús que desbordan de ideas innovadoras y creativas, jamás escuchadas antes por sus groupies, que aplauden extasiados. 

Es cierto, aquí todo es diferente. Aquí, solo somos obreros normales que pasamos desapercibidos. 

Aquí no hablamos de "economía colaborativa": aquí solo vemos normal prestarle el dinero del billete del autobús a quien no tiene suelto para pagarlo, y llega tarde al trabajo.

Tampoco hablamos de "ecosistema emprendedor". Tan solo tratamos de saciar nuestras necesidades vitales en los comercios del barrio, porque sabemos que, si queremos contar con los servicios que necesitamos, debemos "hacer piña" para apoyar los negocios emergentes que se crean a nuestro alrededor. 

No sabemos qué es la cultura hipster. Tan solo alucinamos con el arte que desprenden los creativos desbordantes de magia que nos sorprenden, cada día, en las calles del barrio. 

Nadie habla de "integración" o "multiculturalidad". Aquí no existen los colores, ideologías o religiones. Solo somos vecinos. Respeto, libertad y sonrisas cruzadas. 

El crowdsourcing se llama lealtad de gremios, el coworking se da en el parque que hay bajo mi balcón y las redes sociales, como en el anuncio de Coca Cola, tienen su punto álgido real en la terraza del bar. 

Solo somos normales. Sin más. 

miércoles, 19 de junio de 2013

La Mona Lisa

Ojos cristalizados sin rumbo preestablecido, semblante interrogante desbordado de respuestas, mueca perdida en el norte de la brújula estanca... Atemporal y perpetua, como congelada en el universo cautivo que deshiela en primavera. 

Parece querer gritar, pero no habla. Inocencia interrumpida, sueños quebrados que remienda con su voz muda. Triste reflejo en la mirada que refrenda con una sonrisa, que no brota. 

Trato de arrancar el semblante gitano de su palidez morena, al son de la guitarra que no suena, que no calla, que no muere, pero que late muerta. 

Sueña despierta. Vive dormida. Como si el tiempo no fuera tiempo, como si el ruido solo fuera eco... Como si el silencio fuera un estado que quiere romper el huevo, para nacer y volar eterno. 

Quiere matar la vida, para vivir viva. Quiere sonreír el alma, pero tiene miedo. Quiere amar, pero anhela el aliento. Le sobran porqués, le faltan por qués.

Y, entonces veo su reflejo... "¡Mierda, Mona Lisa!, ¿otra vez en el espejo?".

viernes, 14 de junio de 2013

Asesinato en 8 mm

Estoy opositando al estereotipo de "persona normal". Amo el final de las películas románticas porque imagino que, después de la odisea brutal y tremendista que han pasado los protas, merecen esa felicidad idílica, que ansían sobre cualquier cosa... Pero, después del lacrimógeno "the end", pienso. "coño, ¿y ahora qué?". 

Y entonces ese amor latente, que siento por esa obra de arte llamada "película", se cuestiona y se quiebra. No lo concibo. Sed de más minutos de film. Me sabe a poco... ¿Un final para una historia? ¿Qué pasa después?

Y entonces, mi imaginación se desborda. "¿Cómo todo acaba tan bien?" O, "¿cómo todo acaba tan mal?". Incomprensión repentina. Incapacidad de asimilación perpetua. Ruptura del conformismo racional. Necesito saber más, y me han dejado a medias. Pfffffffffff ¡Vaya final! 

Y esta situación se repite con cada gran historia. Me saben a poco. Necesito más. Nada acaba. No existe el fin. Solo concibo la transformación. Pero el FIN, no. 

Lo he pensado muchas veces, mientras escucho el eco mudo de las conversaciones sociales alrededor. ¿Final feliz? 

Un final no puede ser feliz. Es una contraposición plausible, inequívoca. No existen los finales felices. No existen los finales. No hablamos de tragar un trozo de excitante chocolate, como sensación que disfrutamos en el paladar, que se transforma y acaba en la taza del váter...

Hablamos de vidas. De vidas que viven, de vidas que sienten, de vidas que se transforman y evolucionan, de vidas vivas. Hablamos de VIDA. ¿Hay algo menos perpetuo?

No es posible. Es un axioma lógico que supera, tanto mi racionalidad, como mi irracionalidad. Nada puede acabar. No existe el punto y final. Solo concibo el punto y a parte. Pero el final... ¡¡No existe!! No puede existir, ¿no os parece? Nada acaba, nada tiene un final. Todo se transforma. Nada muere. Energía en movimiento. Certificación de la CIENCIA. Metástasis de la RELIGIÓN. Coincidencia equivalente. 

No me conformo. No pienso asumir que las maravillas de la vida puedan acabar. No existen los finales felices, porque no existen los finales. Porque nada acaba. Solo cambia de dirección. 

Como la rosa de los vientos que llevo tatuada en mi vientre. Transformación. La muerte no existe. 

Y aquí me encuentro: estudiando infinito para ser normal. Aunque todavía no comprendo qué significa. Supongo que porque, en el fondo, no pretendo serlo... ;) 

Aspiro a ser yo: irracional, tremendista, payasa, impredecible, idealista, caótica, vital, bufona y visceral. Orgullosa de serlo, lo que me lleva a ser narcisista, cabezota e insoportable. Indomable por dentro. 

¡Menudo "regalito" para no creer en el final! Volveré :)

miércoles, 12 de junio de 2013

El espejo

Durante uno de esos atemporales segundos que, a veces, rompen la brecha del tiempo, para permanecer para siempre en la memoria y en el corazón; en uno de esos extraños cruces de caminos sin sentido y de impotencia magnificada, conocí una alma errante errada. 

Pobreza libertina de ideales frustrados. Conformismo incondicional. Fantasma nostálgico de sueños no soñados, que arrastra su cadena, como halo estelar apagado. 

Caminaba cabizbajo en soledad. Ante un cálido saludo, levantaba la cabeza y alzaba sonrisa marchita pintada en el rostro. Como máscara de carnaval en otoño.

Se alejaba de nuevo, seguido por su sombra oscura, que nacía donde acababan sus pies. Como en el río de la vida, vagaba a la deriva. Aprendido por repetición, sin sentimiento ni razón. Costumbre maldita. El camino a la perdición en la farragosa NADA. 

En su relación cotidiana con los demás, tenía tantas razones para vivir que parecía desafiar a la humana mortalidad. Aparente felicidad completa. Racional control, seguridad cotidiana, risa estereotipada permanente. Perfección desbordada. 

Mentira compulsiva...

Sin carencias materiales de ningún tipo, había encontrado esa "zona de confort" en la que, sin saber cómo, dejas de pensar y te limitas a ver pasar los días, que son meses, que son años...

Llegados a esta fase de la vida, los ojos ven, pero no miran. Los oídos oyen, pero no escuchan. La piel se eriza, pero no siente. Dejas de sentirte vivo, sin ser capaz de distinguir el llanto de la risa. Confusión irracional. Muerte súbita de cada segundo, de cada minuto, de cada hora... en el tedioso agonizar de la vida. Mientras te mueres sin haberte sentido vivo. 

Me acerqué a él, atraída por el pesar de su alma, y le ofrecí un espejo. Sus manos, temblorosas, se aferraron a él con fuerza... Sus ojos brillaron... Durante décimas de segundo, gotas de luz arrasaron la nostalgia en cascada a nuestro alrededor... Magia. Ilusión... Vida. Felicidad completa. 

Se vio reflejado en el cristal brillante: lloró, rió, se cuestionó, sonrió, soñó... Consciencia brutal de la realidad viviente. Pasado, presente, futuro... Tiempo. Lealtad. Deuda. El infinito o la nada. Eterna duda. Difícil elección. 

Me sentí tan feliz... Tembló la sombra bajo sus pasos... Parecía querer desaparecer... 

Sin saber cómo, aunque sí por qué, dejó caer el espejo, que se hizo añicos ipso facto, rompiendo, con cada cada trocito, un testigo del asesinato, con premeditación y alevosía, de cada uno de sus sueños. 

Se alejó caminando cabizbajo, sin sentido, sin rumbo, sin pausa, sin vida... Seguido de una sombra oscura que comenzaba detrás de sus pies. Más negra que nunca. Sin alma. 

Brecha térrea tras sus pasos. Terremoto, falla. 

Se perdió en el horizonte de la desdicha. En ese "estado de confort" que mata. 

Jamás le he vuelto a ver. 

sábado, 1 de junio de 2013

Metáfora desnuda

Brutal brecha temporal, no cicatrizada, dominando mi ego. Ruptura melancólica y nostálgica que tiñe de emociones el tiempo. Relativismo conceptual absoluto. Sentimiento abstracto en estado puro. 

Miedo al miedo. Pasión irracional quebrada. Doloroso dolor. Triste tristeza. Absurdas equivalencias, exagerados epítetos que desbordan de adjetivos tremendistas mi solitaria alma moribunda. 

Como cuando pienso en el amor; como cuando niego su existencia, más de tres veces antes de salir el sol de cada día. Insuficiencia emocional no emotiva. Sangrante herida abierta, que duele hasta matar muriendo.

Sentimientos de humo que se ven con los ojos. Razón pasional absurda y ciega. Felicidad inventada. Necesidad imperiosa de inocencia compartida. 

Idílica ensoñación bajo las estrellas apagadas. Noche negra, alba fría. Día sin sol. Sol sin luna. 

Nada. 

La lucha descontrolada por descubrir el rostro humano de la sombra de Peter Pan, al cerrar mis ojos cerrados. Añoranza del sueño construíble. Castillos en ruinas suspendidos en el aire ventoso, que me azota cruel. 

Metáfora desnuda que se desvanece con el tiempo. 

Incapacidad de conciliar el sueño con el sueño. 

Pasado, presente, soledad nostálgica, dolor, caos, amor, felicidad, sueños remendados... Futuro incierto que aterra al miedo.  

Huida desesperada del silencio: eco sonoro. 

Tiempo. 

Desesperación. 

Llegará mañana. Irremediablemente.