viernes, 4 de diciembre de 2015

La vida me sabe a Chanel Nº 5

La vida es un perfume de diseño. Sí: del caro, del que cuestan un riñón cada una de sus preciosas gotas -que dejan una estela de aroma eterno al pasar junto a los demás mortales, quienes vaporizan su esencia al rozar tu voluble hombro desnudo-. 

La explosión olfativa se llama "vida". Y, nosotros: "vividores" - o "vivos", que es más políticamente correcto-. 

Cada vida huele de una manera diferente, pero siempre sabe amarga. Prueba a saborear un perfume: no sabe bien - es demasiado fuerte y tu paladar, demasiado débil-. Pero, sin saber por qué, engancha ese sabor estridente. Estalla contenido en tan poco continente. Cautiva, enamora. Adicción genocida

La vida es así, no lo puede evitar: es maravillosamente incomprensible. Y nosotros, los que la vivimos, tampoco. 

Y, menos mal, porque es adorablemente caótica. Me vuelve completamente loca esta inexactitud de conceptos... Remediarlo es imposible, porque estoy brutal y atolondradamente enamorada de la vida. 

El azar mueve los hilos de nuestros destinos, de una manera grotesca y admirable, mágica... Un paseo fortuito, un giro dramatúrgico del destino, un amanecer acompañado, una noche prohibida, un llanto atemporal o una mirada cautiva... Son sinónimos del comienzo, de la continuidad, o de un final irremediablemente apocalíptico.  

La vida no tiene un por qué. Tampoco, un por qué no. 

De pronto, aparece frente a ti otra vida. Se cruza en tu lapso temporal y se mimetiza con tu aroma. Permanece a tu lado para siempre -independientemente de que esa persona continúe en tu vida, o desaparezca tras ese casual encuentro-. 

Entonces tu olor evoluciona. Está fusionado. ¿Pierde autenticidad? ¿Gana madurez? Crece, se hace más intenso, más fuerte, más tú... Perfume madurado extrañamente adictivo. 

No tengo explicación del por qué. Solo sé que es así. Cuando una vida se cruza en tu camino, su aroma enriquece al tuyo. Sin más. Irremediablemente. Maravillosamente incontrolable. Genial.

No todas las personas impregnan tu aroma. Pero las que lo hacen, se dejan oler cada día y para siempre. 

En mis momentos de reflexión, logro diferenciar cada fragancia que ha enriquecido mi esencia. Las adoro a todas, aunque jamás vuelvan a cruzarse fortuitamente en el lapso temporal de mi vida. 

La vida me sabe a Chanel Nº5: amarga, caótica, mágica, elegante, soñadora, visceral, bufona... Fascinante. ¡Me encanta!