domingo, 17 de noviembre de 2013

En el nombre de la rosa

Y se quedó callada, entre las espinas del viento y las cenizas del aliento, ya apagado. Sonrió, mirando al infinito, como si el silencio de las palabras, que no dijo, saliera volando. 

Por primera vez en su vida, no tenía miedo. Se sentía roca: piedra inerte, lava solidificada, fondo del mar. Diamante de asfalto.

Miradas enrojecidas por el rimmel de ayer, que devuelve el espejo. Éxtasis del llanto prohibido, elixir del recuerdo que se fue, ausencias compartidas junto al vaso vacío, un interrogante pintado con carmín. Y el silencio. 

Amores de tequila y sal. A palo seco. 

El calor de un abrazo, un corazón en su espalda, besos que saben a despedida, caricias que hieren el alma herida, y un te quiero cosido al café. Sin tiempo. Sin prisa. Sin un mañana. Amor en participio. Sin esperanza. 

Se durmió durante unos minutos, que fueron horas, que fueron días, que fueron noches de luna llena. Sin querer soñar, y sin querer dejar de hacerlo. Presente. Susurros mudos. Llanto frío en la ventana, que amanece junto a la estufa. Rosas de espuma de cerveza. 

Sin rima, sin métrica, sin reglas, sin versos, sin pluma... Sin alegorías apasionadas con el corazón por bandera. 

Solo tú y yo. Un poema dibujado al azar. Como la vida. 

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