domingo, 25 de agosto de 2013

El amor perjudica gravemente la salud

Escuché esa voz ronca que retumbaba en el silencio de la habitación: "¿de dónde nacen los sentimientos?"- cuestionaba. No sabía qué responder. La pregunta brotaba una y otra vez del eco de esas paredes vacías, pintadas de glamour estático. 

Los sentimientos aparecen de la nada, como salidos de una chistera. Sin un por qué, sin motivos, ni razones razonables. Mis labios no podían articular una contestación convincente a esas palabras repetidas. El silencio, como respuesta a la pregunta sin respuesta. 

De repente, sin saber cómo, sin poder evitarlo, el corazón escapa por la boca cada vez que ves a esa persona. Las piernas parecen no soportar el peso de tu pequeño cuerpo, los ojos dejan de ver, la respiración se vuelve arrítmica, las neuronas de tu cerebro no reaccionan ante los estímulos más vitales, y tus labios no pueden evitar dibujar una sonrisa contínua extrañamente desoladora. En estado permanente de ataque al corazón. Rendición sentimental absoluta. 

A partir de ese momento, el resto de los sentimientos se magnifican. La felicidad se siente de una manera desmesurada, la pasión inunda las noches sin retorno, el tacto eriza al viento, los sabores se desbordan en el paladar, la incertidumbre agudiza su ingenio, el sueño se hace frágil, el olfato sabe a menta, el estómago inapetente empequeñece, el dolor duele más, la soledad se multiplica, el miedo se mimetiza con el terror, los fantasmas escapan de la mente y eres capaz de llorar una noche entera sin motivo. 

Los sentimientos nacen del limbo, ese lugar de tránsito entre el sueño y el sueño. 

"Los sentimientos nacen del amor"- responde la voz. "Y el amor no nace. El amor mata". 

viernes, 16 de agosto de 2013

Porque la vida es sueño y los sueños... ¿sueños son?

Erase un barco a la deriva, un capitán sin barco y un ancla sin tierra en la que querer anclar. Un desacierto acertado que parecía estar ahí por azar. 


Son esas cosas curiosas que suceden mientras el destino juega su partida de mus con Segismundo en el Guernica. Incomprensibles, inauditas y, francamente, difíciles de creer. Tan maravillosamente absurdas que rozan la locura irracional de la vida es sueño. 


Explosión sensitiva. Cuando saben a poco los cinco sentidos, debemos inventar más. Vida: elixir prohibido, caldo de los dioses del Olimpo. Locura adictiva, trasgresora e insolente. Maravillosa. 


Confusión, miedo, esperanza, desaliento, ilusión, ¿sueño? La rosa de los vientos marca nuestro camino. Veleta infame. El sentimiento es un lugar, y sentir, ese estado de tránsito tan perfecto...



Sintaxis del universo. Irracionalidad del ser. No es lo mismo estar dormida, que estar durmiendo. No es lo mismo estar viva, que estar viviendo. No es lo mismo.



Tu, dulce mar: bravo, inquebrantable, ilimitado, libre, profundo, puro, único, auténtico, cautivador, hechizo, mágico, incomprensible, espontaneo, impredecible... Tú, capitán de mi velero.



Yo, soñadora empedernida. Loca, payasa y bufona. Flor de loto. Valiente e irracional. Víscera en estado puro. 



No era inmortal, no era una roca. Tan solo era un disfraz tras el que cobijar mi alma rota. A la deriva.




La vela, en el mástil, perpendicular al viento. Rumbo a la bahía, donde el ancla, al aterrizar, terminará por tambalear la razón de mi sino.



Y el sueño se hizo vida, y la vida, sueño. 

lunes, 5 de agosto de 2013

El opio de la razón tiene nombre de mujer

Ella reposaba desnuda sobre la maraña de sábanas arrugadas que formaban su lecho. Sabía a sal, como las sirenas melódicas del mar muerto. Ensoñaba en estado aletargado de vida plena, buscando la luz del día, que se filtraba por las rendijas de la persiana mal ajustada. Insoportable silencio del despertar cotidiano sin haber dormido. 

La sombra del mediodía pintaba su silueta en el portón rojo. Él empujaba la llave contra la cerradura, tratando de entrar en casa. Necesitaba dormir. Se sentía tan cansado... Olía a tabaco, resaca con sabor a melancolía y soledad incipiente en su paladar. De bruces, desfallecido por el agotamiento. Otra noche vacía con la sonrisa pintada en el rostro, junto a los primeros pelos canos de la barba de tres días. 

Ella miraba al infinito, tratando de visualizar el cielo. Él dormitaba despierto en el infierno. 

Era uno de esos días de calor húmeda, de aliento a mostaza, de sueños quebrados y de olor a tierra mojada. 

Ella empezó a soñarle. No sabía por qué, pero ahí estaba su figura, su sonrisa, su mirada brillante, su voz varonil y sus manos suaves. Él le dibujó en su sonrisa: por primera vez, no era pintada. Estaba sonriendo extrañamente con el corazón. Sin aditivos. Natural, como la vida misma. Se vieron completamente desnudos, con el alma a flor de piel... 

Hubo muchas palabras que ninguno dijo con la boca aquel día. Muchas miradas prohibidas hasta el anochecer. Se besaron entre las estrellas de la noche varias noches después. Sin dejar de soñarse, ni un solo segundo de los días que precedieron a aquel mágico día. 

Él era su por qué. Ella era su por qué no. 

Se empezaron a amar de una manera brutal, ilógica y mágica. Sin sentido y sin razón. Cada uno de los segundos de las horas de los días y de las noches. Amor cautivo, prohibido, secreto, inocente, pasional... En conclusión, queridos amigos: AMOR, con mayúsculas. Una locura, no digo que no. Pero ya era muy tarde para que la mente pudiera hacer de las suyas: había sido aniquilada con la primera conversación sin voz. 

"¿Dónde quieres viajar, mi amor?". "A la rosa de los vientos de tu ombligo. Y al resto del mundo, si estás conmigo". 

Tiempo después de aquél primer momento, se encontraron frente a frente, sin espejo. 

- "¿Tienes fuego?". 
- "He preparado café. Te espero".