sábado, 7 de diciembre de 2013

Sin beso, con verso

He aprendido a aprender el significado de las miradas. Hay miradas que matan, hay miradas que hieren, y hay miradas que pasan sin ser vistas. Asesinatos in fraganti, armas de destrucción masiva. Espejos del alma. Refractantes, en ocasiones, si el corazón lo permite.

Un dominó sensorial que se esconde bajo las pestañas. Blanco o negro, cara o cruz, pálpitos descontrolados: hundirse la tierra bajo tus pasos, o no... El poder de una mirada. 

- Me quedaré dormida en un cajón, esperando a que salga el sol, mientras ansíe tu mirada. 

Ojos ciegos. Sin respuesta, sin pregunta, sin tu voz ronca desnuda. Loca por verme reflejada en el brillo de tus ojos. Que se van, que se quedan, que responden, que preguntan, que se duermen, en mi almohada vacía. Que despiertan, junto a mí cada día. Que se pierden... Que se sienten, que me matan, que te hieren, que me buscan, que no se encuentran. 

Un sin par, sin por, sin son. Aburrimos al destino. Sin ti, pero contigo. Ni contigo, ni sin ti. Y se hizo el amor. Y la canción desesperada. Por el poder de una mirada. 

Temblor apocalíptico, masonería embriagadora, truco o trato, un sin fin, un principio, la historia no contada, la voz del silencio. Palabras rasgadas en los ojos rojos. La historia interminable.

Lágrimas. Y se hizo la magia del desaliento, una partida en tablas, un suspiro, el espejo roto de la habitación, el oráculo prohibido. Terror, rendición, ira, pasión, amor tormentoso. Una jaula sin barrotes. Adicción genocida. Un te quiero furtivo. Un te echo de menos en el jarrón, despedida sin adiós. Y la boca sabe amarga. Sin beso, con verso. 

- Tengo miedo- exclamó mi mirada. 

Y la tuya respondió. 

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