viernes, 16 de agosto de 2013

Porque la vida es sueño y los sueños... ¿sueños son?

Erase un barco a la deriva, un capitán sin barco y un ancla sin tierra en la que querer anclar. Un desacierto acertado que parecía estar ahí por azar. 


Son esas cosas curiosas que suceden mientras el destino juega su partida de mus con Segismundo en el Guernica. Incomprensibles, inauditas y, francamente, difíciles de creer. Tan maravillosamente absurdas que rozan la locura irracional de la vida es sueño. 


Explosión sensitiva. Cuando saben a poco los cinco sentidos, debemos inventar más. Vida: elixir prohibido, caldo de los dioses del Olimpo. Locura adictiva, trasgresora e insolente. Maravillosa. 


Confusión, miedo, esperanza, desaliento, ilusión, ¿sueño? La rosa de los vientos marca nuestro camino. Veleta infame. El sentimiento es un lugar, y sentir, ese estado de tránsito tan perfecto...



Sintaxis del universo. Irracionalidad del ser. No es lo mismo estar dormida, que estar durmiendo. No es lo mismo estar viva, que estar viviendo. No es lo mismo.



Tu, dulce mar: bravo, inquebrantable, ilimitado, libre, profundo, puro, único, auténtico, cautivador, hechizo, mágico, incomprensible, espontaneo, impredecible... Tú, capitán de mi velero.



Yo, soñadora empedernida. Loca, payasa y bufona. Flor de loto. Valiente e irracional. Víscera en estado puro. 



No era inmortal, no era una roca. Tan solo era un disfraz tras el que cobijar mi alma rota. A la deriva.




La vela, en el mástil, perpendicular al viento. Rumbo a la bahía, donde el ancla, al aterrizar, terminará por tambalear la razón de mi sino.



Y el sueño se hizo vida, y la vida, sueño. 

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