sábado, 28 de septiembre de 2013

Cruce de caminos

La carretera se perdía veloz en el cristal del retrovisor. El viento azotaba el cascabel, que colgaba del enganche superior. Olía a tierra mojada, mezclada con bourbon dorado, como el horizonte de ese atardecer. 

Su melena arrasaba el espacio al son del Welcome to the jungle, que retumbaba en los altavoces oxidados. Las lágrimas brotaban tímidas, tiñendo de negro sus pómulos apagados. No había sonrisa en el espejo, pero tampoco miedo en la mirada. Incertidumbre tediosa, tal vez, alertada por el sonido del motor alejándose. 

Sin rumbo preestablecido, sin metas por alcanzar, sin sorpresas por sorprender, sin melodías por inventar. Solo ella en la carretera, y un sombrero amarillo como compañía.  

El humo de un cigarrillo apagado, el hueco de una sombra que un día fue, el vestido de novia en el maletero, una copa de cava vacía, y un pañuelo manchado de carmín. El silencio. 

Y, de repente, un cruce de caminos. Ahí estaba él. Su mirada, su sonrisa y ese cosquilleo en el estómago. Su voz ronca rompió el latido, su aroma erizó su piel, su determinación le contagió valentía y sus sueños le dieron la vida. 

Detenidos en el stop de la carretera. Ella se puso el sombrero, dejando libre el asiento de al lado. Sonrió y pisó el acelerador. Hasta el fondo. 

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