viernes, 14 de junio de 2013

Asesinato en 8 mm

Estoy opositando al estereotipo de "persona normal". Amo el final de las películas románticas porque imagino que, después de la odisea brutal y tremendista que han pasado los protas, merecen esa felicidad idílica, que ansían sobre cualquier cosa... Pero, después del lacrimógeno "the end", pienso. "coño, ¿y ahora qué?". 

Y entonces ese amor latente, que siento por esa obra de arte llamada "película", se cuestiona y se quiebra. No lo concibo. Sed de más minutos de film. Me sabe a poco... ¿Un final para una historia? ¿Qué pasa después?

Y entonces, mi imaginación se desborda. "¿Cómo todo acaba tan bien?" O, "¿cómo todo acaba tan mal?". Incomprensión repentina. Incapacidad de asimilación perpetua. Ruptura del conformismo racional. Necesito saber más, y me han dejado a medias. Pfffffffffff ¡Vaya final! 

Y esta situación se repite con cada gran historia. Me saben a poco. Necesito más. Nada acaba. No existe el fin. Solo concibo la transformación. Pero el FIN, no. 

Lo he pensado muchas veces, mientras escucho el eco mudo de las conversaciones sociales alrededor. ¿Final feliz? 

Un final no puede ser feliz. Es una contraposición plausible, inequívoca. No existen los finales felices. No existen los finales. No hablamos de tragar un trozo de excitante chocolate, como sensación que disfrutamos en el paladar, que se transforma y acaba en la taza del váter...

Hablamos de vidas. De vidas que viven, de vidas que sienten, de vidas que se transforman y evolucionan, de vidas vivas. Hablamos de VIDA. ¿Hay algo menos perpetuo?

No es posible. Es un axioma lógico que supera, tanto mi racionalidad, como mi irracionalidad. Nada puede acabar. No existe el punto y final. Solo concibo el punto y a parte. Pero el final... ¡¡No existe!! No puede existir, ¿no os parece? Nada acaba, nada tiene un final. Todo se transforma. Nada muere. Energía en movimiento. Certificación de la CIENCIA. Metástasis de la RELIGIÓN. Coincidencia equivalente. 

No me conformo. No pienso asumir que las maravillas de la vida puedan acabar. No existen los finales felices, porque no existen los finales. Porque nada acaba. Solo cambia de dirección. 

Como la rosa de los vientos que llevo tatuada en mi vientre. Transformación. La muerte no existe. 

Y aquí me encuentro: estudiando infinito para ser normal. Aunque todavía no comprendo qué significa. Supongo que porque, en el fondo, no pretendo serlo... ;) 

Aspiro a ser yo: irracional, tremendista, payasa, impredecible, idealista, caótica, vital, bufona y visceral. Orgullosa de serlo, lo que me lleva a ser narcisista, cabezota e insoportable. Indomable por dentro. 

¡Menudo "regalito" para no creer en el final! Volveré :)

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